Si bien con el transcurso de los siglos la danza se ha ido estructurando en distintas coreografías y modalidades evolucionando a un arte muy sofisticado, su origen es simple y está ligado a la esencialidad del ser humano.
Antes que inventáramos el lenguaje oral nos comunicamos por los gestos y movimientos corporales. El sentido del ritmo está en la naturaleza y también en cada uno de nosotros. Y tenemos la naturaleza, particularmente los animales, que nos inspiraron con sus movimientos rítmicos y armónicos. Los animales bailan para atraer a sus parejas, para demarcar territorio y quizá también sólo por gusto. Y bueno, nosotros también somos animales.
Fue natural
juntar gestos con música y ritmos para expresarnos. ¿Quién no siente que el
cuerpo desea danzar cuando escucha una música que le agrada? Desde el principio
de los tiempos usamos la danza para comunicarnos, para imitar a la naturaleza,
para homenajear a los dioses o para invocar la lluvia. Bailar nos produce gozo
y además, desarrolla nuestra inteligencia emocional.
No
necesitamos aprender esquemas de baile para esto, puesto que cada uno de
nosotros es por naturaleza un bailarín.
Y, por otra
parte, es hermoso ver y sentir la danza profesional. Un arte que requiere
muchas horas de esfuerzo y de amor por la belleza. En lo personal me agradan
todas las modalidades de bailes. Y en cuando a danza clásica, me ha emocionado
ver el “Lago de los Cisnes” por el Ballet Bolshoi.
¿Bailamos?
Sergio Valdivia
Correa
Foto:
Ballet
Bolshoi, Moscú, Rusia.
Ballet
"El Lago de los Cisnes". Pyotr Tchaikovsky.
Svetlana
Zakharova como Odette. David Hallberg como el príncipe Sigfied.
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