Para que haya diálogo fructífero entre los humanos, es necesario
aprender a intercambiar ideas. Vivimos en medio de una gigantesca cantidad de
información y, paradojalmente, estamos más desinformados que nunca. Hay un
explosivo desarrollo de los medios de comunicación que están al alcance de más
personas y, sin embargo, hay más incomunicación interpersonal.
Por ejemplo, es habitual encontrarse con conversaciones
donde alguien plantea A, y la otra persona empieza con suposiciones que quiso
decir B, C o D. Y también suponer que está en contra de F o no comparte G. Hay
una incapacidad de conversar sobre A, que fue el tema planteado.
Es fundamental escuchar atentamente a nuestro interlocutor.
Si la comunicación es por escrito, leer bien lo que dice y tratar de entender.
Antes de entrar con suposiciones, calificaciones o descalificaciones, asegurarse
qué es lo que se quiso decir.
¿Cómo hacerlo? Preguntando mucho. Y también diciendo, “entiendo
que lo que me estás diciendo (escribiendo) es…”. Entonces, se le da la
oportunidad a nuestro dialogador de aclarar si no supo expresarse bien, si
necesita completar la idea, o si debe decirlo de otra manera porque lo que dijo
(o escribió) no fue adecuado.
Si no hay empatía e interés genuino por el otro, no hay
realmente diálogo. Y así no se construye, se destruye y se pierde el tiempo.
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